jueves, 8 de marzo de 2012

El Patosaurio


-Tienes que darte prisa, Marcos.
El niño comía a toda velocidad, sin enterarse de lo que tragaba.
-Cinco minutos, ¡vamos!
Marcos dejó la cuchara en el plato, tosió al atragantarse con el último bocado y salió a toda prisa a lavarse los dientes.
Los martes eran especialmente estresantes. Llegaba del colegio a las dos, corriendo desde la parada del autobús, comía a toda prisa y se iba al estudio de grabación.
A sus once años, Marcos había doblado ya a cinco personajes de animación en películas, y ahora ponía la voz al "Patosaurio", un personaje principal de una conocida serie de dibujos. Sus compañeros de colegio le hacían repetir una y otra vez sus famosas frases, que grababan en sus móviles.
"¡Ahora di mi nombre!". Marcos suspiraba y oía en sus carcajadas retazos de envidia que le hacían sentir incómodo.
Llegó al estudio cinco minutos tarde. Todos le miraron sin disimulo con enfado. Pero Marcos consiguió darle a su voz el mismo aire desenfadado de siempre. A veces le encantaba hablar en boca de esos extraños personajes. Si la toma salía bien, se sentía parte de ese mundo irreal. Pero lamentablemente, eso no salía ser el caso. Lo normal era que él, curiosamente el único menor que doblaba en la serie,  fuera el que más errores cometía. Al principio, cuando su madre estaba presente en los doblajes, Marcos la miraba y su madre le transmitía la confianza necesaria. Pero cuando ahora "tropezaba" no había un sitio donde asirse, aunque por inercia buscara la mirada de su madre.
Una de sus compañeras, una sobremaquillada cincuentona que tenía una agudísima voz,  tenía mal día e hizo que las tomas duraran más de lo normal. A las ocho y media de la noche, Marcos, tras mirar furtivamente a su alrededor,encendió su móvil para llamar a su madre. Esperaba que le viniera a buscar, pues ir por las calles de Madrid a esas horas le daba miedo. Se mordía las uñas mientras los exasperantes tonos de espera en la línea telefónica daban paso a un saludo del buzón de voz. Genial, ahora recordaba Marcos que su madre tenía cita en el fisioterapeuta, y estaría conduciendo a casa. Eso significaba esperar en el hall del enorme edificio al menos media hora. Y los deberes de mate sin hacer. Suspiró y tiró su mochila al suelo. Ojalá hubiera traído los cuadernos de mate. Se recostó en el sofá de la entrada, bajo la desconfiada mirada de la chica de la recepción, que estaba desconectando su ordenador para irse a casa.  El brillo extremo del mármol y el metal de aquella presuntuosa estancia le hacía sentir incómodo. Se le ocurrió llamar a uno de sus pocos contactos en la agenda de su móvil, uno de sus compañeros de clase Algo parecido a un amigo. Contestó una voy infantil.
- Adrián, soy...-le interrumpió una sonora carcajada.
-¡El Patosaurio! jajaja
- Perdona, me puedes pasar con Adrián, soy Marcos...
No sirvió de nada,  el niño comenzó a pedirle que dijera las típicas frases. Marcos colgó. Seguía resignado, como era habitual en él. Le hubiera gustado que su "amigo" le hubiera echado una mano mandándole los deberes a su iphone, pero debía ser mucho pedir, que le tomaran en serio.
A las nueve descolgó su móvil para dejar llover las disculpas y la compasión de su madre.
A las diez y cuarto cenaba.
A las once menos veinte se sentaba a intentar hacer los ejercicios de matemáticas.
A las once menos cuarto reposaba sobre los cuadernos, absolutamente rendido al cansacio.
A las once su madre le golpeaba el hombro.
A las once y cinco se dejaba caer pesadamente en su cama.

Epílogo
" Marta Ruiz, del canal radiofónico seis. Hoy tenemos con nosotros a Marcos Fuenseca, el doblador de personajes como el Patosaurio. Marcos tiene tan sólo once años, pero su voz es totalmente famosa. Dime, Marcos: ¿envidian tus amigos la vida que llevas?"

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