domingo, 13 de mayo de 2012

El primer día

Miro de nuevo en mi agenda, la entrevista tendrá lugar a las diez y media de la mañana siguiente en las oficinas de la empresa. Es una ocasión importante, un cliente al que iré a visitar. Es mi primera entrevista y de ella depende mi futuro profesional.
Miro de nuevo en la agenda: se trata de una firma conocida, hace años estuve en su local. Calculo en que tardaré un cuarto de hora en llegar. Me voy a la cama y para no ponerme más nerviosa no ando preparándome las cosas, tengo tiempo al día siguiente.
Como estoy algo alterada duermo poco, me revuelvo en la cama y cuando al fin consigo relajarme lo suficiente para dormir cinco minutos suena el despertador. Niños al cole, vuelvo a casa y confirmo que me he dejado el bocata del mayor. Como sólo son las ocho y mi conciencia no me deja ignorar el tupperware rojo (el color de la culpa) me acerco corriendo al cole para llevárselo. Las ocho y cuarto. Dejo las llaves encima del armario de la entrada de mi casa y se resbalan detrás del armatoste. Lucho durante otros diez minutos para sacarlas. Me cargo la pintura de la pared y la laca de uñas. Suspiro y respiro, suspiro y respiro. Aún tengo media hora para irme a correr. Seguiré por una vez el consejo de mi vecina, que es una ejecutiva de tomo y lomo, una profesional que me dijo ayer que antes ella antes de tener un meeting importante, se daba una buena paliza en la cinta de correr. Como yo no tengo un "ático" de 150 metros para mi solita como ella, en el que tengo un cuarto que es prácticamente un gimnasio (con entrenador personal y todo) pues me pongo las zapatillas, un chándal viejo y me voy alegremente. En el portal me para otra vecina y me atrapa de tal modo en un monólogo que no me deja opción ni para decir, "lo siento, tengo prisa". ¡Mierda, las nueve menos cuarto! Salgo tropezando intento correr sorteando las mierdas de perro de la acera, se me sube el café del desayuno a la garganta. Al volver, por supuesto, piso la última mierda que había por sortear. Al ver la repugnante sustancia mi estómago revuelto se da por vencido y vomito allí mismo, a escasos metros de mi portal, a los pies de una farola. Por supuesto, con varios testigos y claro está, los vecinos jubilados del tercero, que es lo mismo que decir el canal informativo de todo el edifcio. Las nueve y cuarto. Al borde de la desesperación, sin tino alguno para sacar el excremento con un palo de las retorcidas ranuras de la suela de mi zapatilla, subo descalza a mi piso (¡gracias a dios un primero!) llevando la zapatilla con el brazo lo más estirado posible. Meto la zapatilla en una bolsa de plástico, me voy a lavando los dientes mientras saco el traje "especial" del armario. Me atraganto con la pasta de dientes al ver que tiene un lamparón en la solapa.  Corriendo al baño antes de que babee todo el cuarto. Tranquilidad, siempre hay un plan B... ¡siempre que no se haya engordado seis kilos en los últimos dos meses! No consigo cerrar el botón del pantalón de ninguno de mis trajes . En cuestión de segundos se amontonan de cualquier manera la casi totalidad de mis pantalones posbiles para la entrevista. Sudo a chorros, mira, al menos así hago deporte que quería hacer antes. Plan C: el imperdible. Con un imperdible  en lugar del botón consigo aumentar los cuatro centímetros de perímetro que necesito. Una vez tomada esta decisión de emergencia me voy corriendo a la ducha. Las macarillas y el relax que tenía pensado darme quedan eliminadas. Me maquillo en el huequito que queda del espejo sin empañar, esperando que a la luz del día no resulte esperpéntico. La laca de las uñas estropeada me la quitaré con los dientes en el autobús camino de la entrevista. Tan brutal como suena. Superado, salgo de casa a la diez, con el bolso, los papeles que necesito y todo a pesar de ser plan C. Me siento en el autobús y respiro, por fin con normalidad. El stress da paso a unos nervios cosquilleros por el trabajo en sí. Son sólo cuatro paradas. En la segunda encuentro sitio y hasta cierro los ojos para relajarme.  Me relajo....me sigo relajando.... El conductor alza la voz: "Ha habido un accidente, la calle esta cortada y no tenemos posibilidad de desviarnos hasta que no venga la policía. Quien quiera puede bajarse aqui" y deja caer un "disculpenlasmolestias". La incredulidad me deja paralizada. Al fin, con la poca lucidez que me queda salgo del bus, y me lío a correr calle arriba. Como no podía ser de otro modo llevando tacones de aguja, he ido a pillar la única calle adoquinada de la zona. Me tuerzo el tobillo doscientas veces, pero al fin alcanzo a ver el enorme edificio de oficinas al que me dirijo. ¡Y sólo son las diez y veinte! Se me escapa un gritio de alegría en el recibidor que hace que dos trajeados me miren como si fuera un allien. No tengo tiempo de avergonzarme, voy a ver el gran mural del directorio de empresas.  Primera planta, no, no es aqui. Segunda, no... tercera... Llego a la octava y última y pestañeo. ¿Veo mal? Vuelvo a leer todo el directorio completo.¡No! empiezo a comprender... en mi inmensa estupidez, no se me ocurrió que la empresa hubiera cambiado de ubicación. Otra vez noqueada, tardo unos segundos en reaccionar. Salgo a la calle, saco mi móvil. y busco el número de la empresa.  No puede ser verdad, ¡me lo he dejado en casa!. Me dan gans de llorar, pero me domino y llamo a mi madre. No hay tiempo para saludos
-Corre, entra a internet y buscame un número de teléfono.
-Ay, hija que prisas, ya sabes que los ordenadores y yo...
Cuando al fin consigue entrar a internet, me encuentro con el obstáculo del nombre: la empresa es finlandesa. Son dos palabras que nos cuestan cinco preciosos minutos, porque el "como suena" no funciona.
Llamo a la empresa con voz temblorosa y diciendo en parte frases sin sentido me disculpo y miento muy mal diciendo que estoy en un atasco  mientras se oye de fondo a la gente por la acera.
-Ah, es usted la de la entrevista?¿No le han avisado de que ya no es necesario que venga? Se ha decido que no concedemos más entrevistas, lo siento.
Primero siento alivio. Luego empiezo a pensar que voy a tener que repetir este "primer día".