martes, 27 de noviembre de 2012

Comercio de Almas


Thomas Braun, alemán, cuarenta y cuatro años, casado, sin hijos, especialista en Recursos Humanos. Se dedica a reclutar mano de obra cualificada para grandes firmas alemanas. Ultimamente no para de trabajar en España, hoy en Madrid. Nunca admitirá que es un workoholic, adicto al trabajo.  Al día hace de ocho a doce entrevistas de trabajo, según el perfil que esté  buscando.  Ahora, por ejemplo, busca mecatrónicos, ingenieros, como casi siempre. Suele ir con alguien interno de la empresa para figurar, pero es siempre él quién toma las decisioness. En este caso le acompaña Tanja, una mujer regordeta y con aspecto afable que le desmonta el concepto supersofisticado que le gusta dar a sus entrevistas. Tanja aparece ese día vestida como una abuela de pueblo yThomas se muerde el labio inferior con disgusto después de un seco "buenos días" en respuesta al cordial saludo de la mujer. Saca un fajo de currículos; le gusta imprimirlos para tener algo en la mano en lo que ir haciendo anotaciones. Las entrevistas transcurren normalmente en inglés, salvo que la empresa insista en que sepan alemán.  La primera candidata  es una chica menuda que se ve nerviosa. Apenas le sale la voz cuando va responder a la primera pregunta estándar: ¿Ha encontrado bien el lugar de la entrevista?. Al principio, Thomas odiaba estas situaciones, le hacían sentirse molesto, a veces a alguna candidata se le escapaban las lágrimas al no entender las preguntas en inglés. "Can you repeat, please?" decían temblorosas con ese monstruoso acento que tienen casi todos los españoles. Por eso, cuando excepcionalmente algún candidato hablaba buen inglés, tenía automáticamente una gran ventaja. Vaya por dios, la chica era de las superhistéricas.  Había planeado una entrevista de cuarenta y cinco minutos, pero  iba a tener que acortar como fuera. Después de dejarle tartamudear entre título de patatín y patatán, prácticas de esto y de lo otro, Thomas termina con el calvario de la chica y suyo propio y  la despide justo a tiempo antes de que intervenga Tanja para reconfortarle en plan maternal. "Recibirá noticias nuestras". Ufff, Thomas respira aliviado a ver salir a la chica. Tanja le mira con sorpresa y miedo, pero se abstiene de decir nada, ya ha tenido muestras suficientes para saber que Thomas es un "imbécil de sangre fría" como ella denomina a tipos así.
El siguiente candidato es un joven de aspecto impecable, seguro de sí mismo, con verbo rápido y al poco de empezar ya tiene a Thomas en juego. Eso es lo que a Thomas le gusta de su trabajo, encontrar "perlas" así.
El resto de entrevistas trae como resultado otras dos histéricas, un chico sudoroso y otra chica que de haber sido algo mejor parecida hubiera tenido una oportunidad.
Cuando salen en dirección a sus respectivos hoteles, Tanja no puede evitarlo y suelta un comentario: "¿Cómo te sientes siendo dios?" Thomas se para y la mira perplejo. Tanja continúa, algo insegura: "Decides sobre las vidas de estos chicos, que se han esforzado en tener unos estudios y ahora están desesperados por encontrar un trabajo con lo mal que está la situación en este país..." Thomas la mira con desprecio y sin dejarla terminar de hablar se da la vuelta y se marcha.  Qúe coñazo de tía, no llegará lejos en ese trabajo.