miércoles, 19 de abril de 2017

Adele (8) Ahora habla Lola

Me he quedado embobada observando a una bebé preciosa. Debo de  haberle parecido un poco psicópata a la madre, porque me ha mirado raro y  ha girado rápidamente el carrito para alejarse al otro extremo de la tienda de artículos para bebés. Yo me siento muy rara en una tienda así, como una intrusa. Al fin y al cabo, vengo a comprar algo para la prima de Adela. ¿Notará la gente que yo no tengo nada que ver con el bebé en cuestión? Me siento como si me hubiera colado en una boda. Habría pedido un babero con el nombre bordado en internet, pero Adele no sabía ni siquiera el nombre exacto y se le había echado el tiempo encima, así que aquí estoy, como siempre, sacándole las castañas del fuego. Para eso están las amigas. Espero que no se entere mi madre de lo que estoy haciendo, ella no entiende mi amistad con Adele.
Las dos compartimos pesares en la época de instituto. Ella sabe muy bien qué se siente cuando con doce años te machacan tus compañeros de colegio. A mí siempre me han torturado con mi peso, siempre fui la gorda de la clase. El motivo por el cual una es gorda no le debería importar a nadie, pero yo me refugiaba en la comida, porque en mi familia teníamos problemas. Mi vida era un infierno gracias al despreciable de Josechu, el jefecillo de la clase. Cuando a Adele le cambiaron de clase con trece años y vino a mi clase, me pareció una estirada. Era (y es) muy guapa, y hubiera podido pertenecer a la élite de la clase, pero cometió el error de pasar de Josechu, que comenzó una campaña contra ella. Empezó con puyas delante de sus amigos, que no surtían ningún efecto. Luego pasó a insultarla, cosechando la más absoluta indeferencia. En lugar de darse por vencido, intentó crear rumores, "Adele, la fulana, Adele, la ladrona..." Adele seguía impasible. El día que le mbadurnó la silla de pintura roja, se levantó con una dignidad infinita, sin tan siquiera dirigir una mirada a las risitas del fondo de la clase, pero con la cabeza bien alta. Ni siquiera necesitó pedir permiso al profesor para salir, que observaba con admiración su temple. Y el día que Josechu quemó su última bala, cuando se enteró de que su madre la había abandonado y le gritó en el patio del instituto "Adele, eres tan mierda que hasta tu madre te ha abandona", Adele sonrió sin mostrar los dientes, y siguió caminado hasta entrar en clase. Adele es la persona más fuerte que he conocido nunca.  Sin haber cruzado una sola palabra, derrotó a ese inmenso gilipollas. Al año siguiente Josechu cambió de instituto. Adele puede que no lo sepa, pero me salvó y yo nunca le haré suficientes recados para agradecérselo.

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